Escribió mientras un batido con notables grumos de nueces y apio esperaba en la mano contraria a la del bolígrafo:
"Y es que al final las dos nos escapamos. Salimos y nos volvemos a esconder. No sé, parece que nos haya quedado un trauma de la infancia con las escondidillas.
Cabeza, cuello, pierna izquierda, pierna derecha, sonrisa y para atrás una vez más.
Y sí, sí, tengo que admitirlo. Eso de la adrenalina me pone. Esa emoción de no saber si aquí o allá, si ahora o después: nunca sabes cuando te verás expuesta. Y es que claro, hay algo irreversible... ambas sabemos que tenemos que mantener esa emoción por fascículos acumulable e inventada en conjunto y por telepatía. No puede decaer, corazón, no puede.
Me encanta.
Quiero encontrarte una vez más.
-Un, dos, tres por tí que te escondes detrás de una cortina roja aterciopelada del sex-shop que está en la esquina de tu casa-"
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