28 Sept 2010

Bed Time

Bed time, honeys.
Tiempo de estar. De observar. De ver. O no ver, a lo mejor. De acabar de sentir para empezar otra vez. Limbo fino, delicado y fugaz que se planta entre medias de dos ráfagas.
Intensas, rosas, nebulosas, moradas, activas.
Limbo para respirar y hablar frente al espejo. De ver lo que vendrá y lo que ha venido ya, ha crecido y se ha ido. Tiempo para asentar. Tiempo muerto.

Se lo contaba hoy a Alb. Es como esa sensación estupenda de cuando haces un viaje muy largo en autobus, de 7, 8 o 9 horas incluso, y comienzas una intensa introspección mientras miras por la ventanilla y te pierdes e hipnotizas con el paisaje que se repite constante allá afuera, sin pausa.
Lucubras, meditas, vuelas, sientes y te miras. Te miras dentro aún teniendo al lado a un gordo que cabecea y se le cae la babilla en tu hombro izquierdo... Lo haces igual.
Lo mismo sucede con el regreso. Esas eternas horas sentada en ese autobús que te sirven de trance entre la fantasía de lo que El viaje fue a lo que te espera allá adelante, tu vida real.
Asimilas, te melancolizas, extrañas y te vuelves a mirar.

Yo me voy a tomar mi propio trayecto de transición a la Nebulosa II y no me voy a mover mucho, no, estaré más cómoda, tendré comida a mano y olerá rico, lo juro.







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